Una Fisiología Oculta

Este es el primer ciclo de conferencias pronunciado en Praga por Rudolf Steiner para 20 personas en el ámbito de la medicina. Contiene los grandes puntos de vista para acercarse a la exigencia del “Conócete a ti mismo”. Es una obra con la que se puede crecer en el conocimiento del ser humano a lo largo de los años, utilizándola como andamio que sostiene firmemente.

Bien al comienzo deja en claro que a este contenido espiritual puede accederse únicamente a través de una definida actitud del alma: el sentimiento de veneración. Para el intelecto crítico y abstracto del médico actual esto ya encierra una primera dificultad. Rudolf Steiner pedía acercarse a lo espiritual en actitud casi infantil de “despreocupada receptividad”; esa actitud permite captar aspectos nuevos de algo ya conocido. Al recibirlo cada vez como algo fresco y vivo uno debe dejar en suspenso conocimientos previos. (Ese gesto de antipatía de la cabeza que dice “esto yo lo sé de otra manera”). R. Steiner explica que a esto debe seguir con el gesto de la raíz que avanza en la oscuridad hacia lo profundo, el respeto o veneración hacia aquello a lo que uno quiere penetrar con el pensar. Es posible que, si faltan ambas actitudes solo quede el contenido para la vanidad del intelecto y la sagacidad como un frío juego mental.

El segundo paso consiste en que la razón pueda entonces crear un espacio para la reflexión siguiendo el hilo de pensamientos que teje el autor. Aquí viene una segunda dificultad: quedar atascado en la reflexión. Se sufre entonces la experiencia de que los contenidos rehúsan quedar en la memoria y sólo pueden vivir en estado germinal mientras se avanza, un poco a ciegas, hacia la realidad espiritual que está detrás.

Es posible que entonces la conciencia deje de ser reflexiva y pueda llenar el espacio así creado con un contenido espiritual real. Este es el resultado del proceso meditativo, que aquí es descripto en su fisiología. Para la mayoría se trata de instantes de autoconciencia, que no obstante pueden ser luego decisivos en el acto médico.

El ciclo tiene una construcción o arquitectura de ocho conferencias. En realidad desarrolla al hombre de siete partes a lo largo de respectivos capítulos y en el octavo “anuda” con el comienzo haciendo una síntesis a modo de círculo. Enfoca al hombre como una dualidad bien singular: la cabeza por un lado y el resto del organismo por el otro. Y al avanzar muestra esta dualidad configurada como un sistema microcósmico interior, así como afuera existe un sistema planetario solar y un sistema macrocósmico. Desde la órbita de Saturno y el mito de Cronos, nos conduce hasta el centro del hombre en el corazón-Sol, pues es como el Sol en el centro del nuestro sistema planetario. Con esto el lector es llevado a elevar la mirada por encima de la Tierra , si es que quiere comprender al hombre.

Caracteriza la noción de órgano, de tejido, de antigüedad o juventud orgánica, en relación a los miembros espirituales constitutivos del ser humano, y los inserta además en la corriente de evolución: de sentido ascendente sujeta a posterior desarrollo, o de sentido descendente, destinada a desaparecer. Sistema nervioso y sangre, sistema médulo-espinal y sistema simpático, hueso y piel, organización espiritual consciente e inconsciente, masculino y femenino se revelan en su aspecto espiritual real. Asimismo explica cómo las actividades anímico-espirituales: pensar, sentir y voluntad, producen efectos reales orgánicos; aquí echa por tierra especialmente el paralelismo psicofísico con el que se quiere explicar la relación entre materia y espíritu. Y de un modo sintético y preciso brinda un sistema para concebir lo terapéutico: plantas, sales, sustancias combustibles se relacionan con ámbitos del hombre en cada caso bien delimitados. En la octava conferencia señala cómo el germen humano actual debe ser creado por la cooperación de masculino y femenino, pues de otro modo está condenado a morir. Finaliza con el sentido futuro de esta organización humana actual en la Tierra : esto es, desarrollar fuerzas del alma tales que transformen el calor del organismo en calor para el espíritu. R. Steiner explica que todas las almas humanas que lleguen a desarrollar un interés vivo y cálido por todo lo viviente, “ese calor de compasión”, lo habrán hecho al transformar el calor orgánico en que vive el yo, en calor para alma y espíritu.