La leyenda Aurea

Carlos Mönckeberg

Dos corrientes fluyen a través de la historia desde el comienzo de los tiempos: La corriente iniciada por Caín, la corriente iniciada por Abel. Los dos son representantes arquetípicos de estas corrientes antagónicas como en el relato bíblico, pero también complementarias y mutuamente necesarias.

Dice la leyenda que siendo Salomón rey de Judea debió encarar la construcción del Templo de Jerusalén, obra que había estado vedado realizar a su padre, el rey David. Salomón, hombre portador de una profundísima sabiduría representa a la línea de Abel. Su sabiduría es abarcante pero no le otorga los conocimientos prácticos necesarios para realizar la construcción del templo.

Debe recurrir al maestro iniciado en los misterios de la construcción, a Hiram Abiff, representante de la línea de Caín, quién entonces es el verdadero constructor del Templo.

Llega a Israel la reina de Saba, representante de una escuela de misterio localizada en lo que hoy sería la región ubicada al sur del Mar Rojo. Es la representante del alma de la humanidad, el principio femenino que busca unirse al arquetipo del principio masculino, el representante de la sabiduría masculina. Se encuentra con Salomón y se comprometen en matrimonio.

Hiram ha dado comienzo a la obra de construcción del templo. Salomón desea mostrarle la obra a la reina de Saba. Ellos se encuentran en la obra con Hiram y la reina de Saba reconoce en él al verdadero iniciado que ha estado buscando, al iniciado capaz de transformar la realidad, como ya Caín había sido quién transformaba la tierra por medio del arado mientras que Abel se limitaba a pastar el ganado.

La reina de Saba arroja su anillo de compromiso al metal incandescente de la fundición de la obra, queda roto el compromiso con Salomón.

Hiram tenía tres ayudantes que pretendían que los elevara a la jerarquía de maestros. El se negaba, no tenían el nivel moral para serlo. Entonces y como venganza tramaron hacer fracasar la obra.

Cuando Hiram encara la parte más difícil de la obra, el llamado «Mar de Cristal» debe verter en el molde una aleación líquida de metales cuidadosamente dosificados. Los tres ayudantes a los que Hiram negó ascender a la jerarquía de maestros se quieren vengar. Adulteran la aleación de metales y en el momento de verterse en el molde Hiram se da cuenta de que toda la obra esta a punto de fracasar; está en peligro el templo, su obra maestra. Él resuelve entonces realizar un supremo acto de sacrificio para salvar la obra y se arroja al metal incandescente que está a punto de derramarse.

Al arrojarse al metal incandescente Hiram desciende a las profundidades ígneas de la Tierra donde se encuentra con Tubal Caín, su ancestro, quién lo inicia en los últimos misterios del fuego.-Hiram vuelve a la superficie, la obra está salvada.

Sin embargo los tres ayudantes no renuncian a la venganza y proyectan asesinar a Hiram. Salomón se entera pero no interviene, no evita el asesinato como venganza por haber perdido a la reina de Saba.

Hiram es asesinado. Herido de muerte entrega lo que constituye el fruto de su iniciación en los misterios de Tubal Caín: El compás, la escuadra y la plomada, los símbolos de los constructores del templo, posteriormente símbolos de la masonería.

También en los teoremas de Pitágoras, quién fuera discípulo del Zaratustra histórico 600 años AC. encontramos huellas de esta corriente de sabiduría.

Con la muerte de Hiram se compensa el Karma (destino) creado por el asesinato de Abel a manos de Caín.

Las dos corrientes se vuelven a encontrar y fundir elevándose a un nivel superior en lo que Rudolf Steiner llama «El Misterio del Gólgota», el acontecimiento del Cristo Jesús.

La línea de Caín se encuentra en el Evangelio de San Mateo. Es el Evangelio en el que el niño es venerado por los Reyes de Oriente, que son los continuadores y discípulos de los Misterios de Tubal Caín, los constructores o transformadores, que quieren incorporar el espíritu en la materia, transformándola, en ese sentido son discípulos del maestro primordial de esta corriente, el antiguo Zaratustra, fundador de la Cultura Protopersa, que permanentemente preside a esta corriente.

Lo extraño del Evangelio de San Mateo es que las corrientes parecen haberse mudado, ya que el ancestro de la genealogía de éste evangelio es precisamente Salomón, quién en la leyenda Áurea representa a la línea de Abel.

La otra corriente, la de Abel el Pastor, está representada por el Evangelio de Lucas, donde el niño es venerado por los pastores que no son portadores de la sabiduría (Caín) sino a quienes ésta sabiduría se revela desde afuera en su corazón (los cielos se abrieron y apareció ante ellos la hueste celestial y se les dijo…). O sea, la línea devocional receptora, la línea sacerdotal del Evangelio de Lucas, está representada por el hermano de Salomón, el sacerdote Nathan.

Estas dos corrientes se unen definitivamente en la figura del Cristo Jesús, quién todo lo transforma, pero en una actitud absolutamente devocional («Padre, yo he hecho la obra que Tú me has mandado hacer…»)

Desde ese momento las dos corrientes pueden y deben obrar juntas.