El cáncer: enfermedad de la época

Dra. Marta Miguel

El cáncer enfrenta al médico con un problema doble: el paciente enfermo y la enfermedad.

Tradicionalmente se habló de pacientes con psiquismo canceroso, o personas que desde tiempo atrás percibían la necesidad de un cambio profundo en sus vidas. Esto en la práctica clínica no es así. El cáncer no respeta encasillamientos. Se lo ve crecer en personas vitales, positivas y emprendedoras, en ancianos que han llevado una vida sana y en contacto con la naturaleza, en mujeres bien dispuestas , solícitas y generosas. A la inversa, pacientes con “psique cancerosa” no desarrollan cáncer.

Este hecho lleva a pensar que comparten un destino social común. El cáncer hace del enfermo un representante de la época actual, borra las diferencias de la personalidad. Expresa una enfermedad del organismo social. La sociedad actual es cancerígena.

Al núcleo espiritual de un ser humano lo designamos Yo. La cultura actual lo expulsa de diversas maneras: impidiéndole ejercitar la afirmación orgánica de sí mismo a través de ciertas enfermedades (las llamadas eruptivas de la infancia); mermando el desarrollo activo de la capacidad inmunológica al vacunar masivamente y suprimir la fiebre; fomentando hábitos contrarios a los ritmos vitales: alimentación a deshora, sueño reducido o invertido; pero sobre todo por una educación escolar cada vez más temprana, de carácter intelectual; el niño es exigido cuando aún no está maduro orgánicamente para el aprendizaje. Al expulsar el Yo del cuerpo se impide que éste lo estructure en sentido humano. Y esto se extiende a la estructura celular y tisular.

La sociedad actual muestra un auge del individualismo egocéntrico y a la vez, una pérdida del tejido social (familiar, institucional). Y el cáncer muestra, en esencia, este mismo fenómeno.

¿Qué representa en realidad el cáncer? Los límites y posibilidades de la libertad humana. ¿Hasta dónde es posible un crecimiento individual que se sustrae al conjunto? El hombre social debería mirar la respuesta sabia de la naturaleza: el tumor crece caóticamente, agota el suelo del que se nutre y esto le significa su propia extinción.

CANCER: ¿aporta algo positivo?

Toda enfermedad tiene, además de una causa (situada en el pasado), un sentido hacia el futuro. Provoca cambios, produce aprendizaje. El cuerpo tiene memoria. Se ve siempre en las grandes epidemias: pasada la efervescencia inicial, el conjunto social queda fortalecido frente al germen. Es lo que hoy se llama ser un «portador sano» o con inmunidad propia de la especie.

¿Qué sentido tiene el cáncer? Sería lógico pensar que, si su naturaleza es social, sus beneficios también lo sean. Aquí no se trata de un refuerzo inmunológico La ausencia de Yo orgánica, el combate en retirada (claramente vivenciado por el paciente como una enfermedad ajena y distante de él), pueden pensarse como un hecho experimentado de modo impersonal. «Cada enfermo de cáncer debe padecer lo que la humanidad no reconoce. Nos encontramos frente al destino trágico de personas que sobrellevan el sufrimiento en nombre de muchas otras para restablecer, al menos en parte, el equilibrio del destino humano que ha perdido su armonía…buscar el ascenso espiritual a través del sufrimiento, que devuelve la dignidad a la persona y transforma su alma para permitirle acceder a los nuevos ámbitos espirituales que requiere en su trayectoria hacia el futuro» (R. STEINER)

La experiencia clínica muestra también cambios positivos en el paciente a quien le abre la puerta a una transformación posible; en el medio familiar que tras el impacto inicial puede asumir otro modo de relación y compromiso (es notable ver cómo el grado de respuesta y apoyo familiar incide en la evolución del enfermo). Y también en el médico, que se ha visto obligado, como en ninguna otra enfermedad, a trabajar en equipo, y si no a aceptar, al menos tolerar otras prácticas y concepciones más amplias.